Conozca a: Sira

 

Incluso a la temprana edad de 4 años, Hamadou sabía que había algo que Ibrahima siempre decía a sus hijos: que una buena educación podía abrirles puertas. Por eso, cuando su hija de 6 años, Sira, que lidiaba con piernas arqueadas, le suplicó dejar de ir, se le rompió el corazón. 

Conozca a: Sira

Ibrahima siempre había insistido en la importancia de la escuela para sus hijos, sabiendo que una buena educación podía abrirles puertas que han estado cerradas durante tanto tiempo. Por eso, cuando Sira, su hija de 6 años, le suplicó dejar de ir, se le rompió el corazón. 

Las piernas de Sira empezaron a doblarse hacia fuera cuando tenía 4 años. Desarrollar una enfermedad ortopédica a una edad tan temprana era desalentador, sobre todo cuando el principal medio de transporte de Sira y su comunidad era a pie. Pero con el tiempo, su enfermedad empezó a afectar a algo más que a su capacidad para caminar… empezó a eclipsar su alegría.

“Es muy difícil tener a tu hija así”, dice Ibrahima. “A veces te desanimas al ver a tu criatura en esa situación”.

Sira solía volver a casa llorando por las miradas y las burlas que recibía en la escuela. Cada vez, su padre le decía: “Un día, hablarán de tu éxito”. Aunque Sira suplicaba dejar de ir a clase, Ibrahima insistía en que se mantuviera fuerte.

“Sabía que, si tenía una educación, entonces no importaría cómo fueran sus piernas”, dijo.   

Le dijo que ignorara las miradas y las burlas. Pero era difícil para la joven Sira.

“Siempre estaba preocupada porque sus amigos se reían de ella”, cuenta su madre, Binti. “Sira siempre fue muy simpática, pero cuando la gente empezó a mirarla, se volvió muy tímida. No era feliz”.

Binti intentó encontrar formas de hacer que su hija se sintiera mejor a pesar de su estado, pero sabía que sin tratamiento médico el espíritu de Sira seguiría debilitándose. Su familia buscó ayuda en su comunidad, visitando a los pocos médicos que tenían a su disposición. Durante estas citas, los médicos compartieron sus sospechas de que la desnutrición era la causa del sufrimiento de Sira, pero no pudieron ayudarla. Al final, los padres de Sira -pequeños agricultores con una pequeña tienda- no pudieron seguir pagando las cuentas médicas y se vieron obligados a dejar de buscar ayuda.

“Les dije: ‘Cuando Dios esté preparado, la sanará'”, recuerda Ibrahima.

La sanidad llegó casi dos años después. Ibrahima se enteró de la llegada a su país de un buque hospital. A bordo había cientos de voluntarios dispuestos a llevar esperanza y sanidad mediante cirugía gratuita a niños como Sira. Aunque la idea de llevar a su hija con extraños podía asustar, Ibrahima tenía la prueba de que la sanidad era posible. 

Ibrahima llevó a Sira a una sesión de evaluación, y la niña fue seleccionada para la cirugía – un paso más cerca de la sanidad.

 

“Tenemos un vecino que ya había estado allí”, compartió. “¡Su hija se curó totalmente!”.

Ibrahima llevó a Sira a una sesión de evaluación, y la niña fue seleccionada para la cirugía – un paso más cerca de la sanidad. 

Ibrahima y Binti, que no podían dejar su trabajo para viajar al buque, pidieron ayuda a Diaite, la abuela de Sira. Las dos hicieron el viaje de 12 horas hasta el Africa Mercy, donde por fin Sira fue operada para corregir su estado. La operación sólo duró unas horas, pero el viaje de Sira hacia la sanidad continuaría durante las 12 semanas siguientes.

Durante ese tiempo, Sira volvió a aprender a caminar y reconstruyó la fuerza de sus piernas. Dean Hufstedler, voluntario del equipo de rehabilitación, supervisó sus ejercicios.

“Recuerdo a Sira porque, cuando le explicamos lo que queríamos que hiciera, se levantó de la cama, bajó los pies al suelo, se agarró al andador y se puso en marcha”, dice Dean con cariño.

Fue esta notable determinación y resiliencia lo que aceleró el proceso de sanidad de Sira. Su determinación se puso de manifiesto cuando le quitaron los yesos. Mientras que otros niños necesitaban ayuda para ponerse los zapatos después de las sesiones de rehabilitación, Sira estaba decidida a hacerlo sola.

Una vez terminada la rehabilitación, Sira estaba completamente sanada y lista para volver a su pueblo, emocionada por compartir todo lo que había pasado. Cuando Sira llegó, los vecinos se agolparon en su casa para ver el cambio. Uno a uno, se asombraron de que sus piernas estuvieran rectas.

Poco después de volver a casa, Sira regresó a la escuela con más confianza en sí misma y un futuro mejor por delante. Ibrahima y Binti creen que la sanidad de Sira le permitirá desarrollar todo su potencial.

“Si estudia mucho, tendrá éxito y se ayudará a sí misma y a la gente que la rodea”, dice Binti. “Solía pensar que sus piernas no cambiarían, pero Dios nos ayudó”.

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