Cuando Paul tenía 3 años, un incendio le causó terribles quemaduras. A los 11 años, esas quemaduras se habían convertido en cicatrices que limitaban gravemente su movilidad y le impedían hacer cosas que otros niños de su edad sí podían.

Aunque la vida con movilidad limitada era difícil, este niño de voz suave y dulce pronto sintió el dolor de la vergüenza por ser diferente. Su madre, Estelle, contaba con tristeza cómo otros miembros de su comunidad se burlaban de Paul. Sin embargo, Estelle creía que el cálido espíritu de su hijo era inquebrantable: “Si hubiera sido otro niño en su estado, no creo que nadie se las hubiera arreglado como Paul. Es tan amable y quiere tanto a la gente”.

Aunque sus cicatrices le hacían sentir vergüenza, Paul siguió perseverando. Incluso soñaba con convertirse algún día en carpintero, una esperanza cada vez más lejana debido a los límites de su enfermedad. Un día, un anuncio por radio sobre un buque hospital cercano dio a Paul y a su familia algo que antes no tenían: esperanza.

La familia viajó al Africa Mercy, donde, gracias a amigos como usted, Paul Bernard fue operado para repararle el brazo. Tras el éxito de la operación, Paul pudo estirar ambos brazos, ¡algo que no había podido hacer en más de siete años!

“Cuando vi sus brazos por primera vez (después de la operación), se me puso la piel de gallina”, cuenta Estelle. “Pude ver lo mucho que había cambiado”.

Paul ya está en casa y vive sin las ataduras de viejas cicatrices: su futuro vuelve a estar lleno de posibilidades.

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