“Puede que me crezca otra cabeza si no se hace nada para salvarme…”
El titular de un periódico en Liberia captó este grito de auxilio de una muchacha de 23 años llamada Fatu. Una protuberancia en su rostro la estaba asfixiando lentamente y causando un dolor significativo, tanto física como emocionalmente.
“Siempre estaba triste y solitaria porque la mayoría de mis compañeros y vecinos preferían alejarse de mí”, dijo Fatu. “Me sentía abandonada la mayor parte del tiempo”.
La protuberancia comenzó después de un accidente que causó una irritación e hinchazón severa en la cara de Fatu. Con el tiempo, la hinchazón aumentó, causándole más dolor y afectándola socialmente.
“Muchas veces fui ridiculizada por gente que se reía de mí”, aseveró.
A pesar de sus difíciles circunstancias, el tío de Fatu estaba decidido a ayudarla. Había oído hablar de un buque hospital en Sierra Leona, a cientos de millas de distancia, y había ideado un plan para que Fatu accediera a la sanidad que necesitaba. Fue a un periódico local a contar la historia de Fatu, esperando que alguien la ayudaría a llegar al buque.
Una voluntaria de Mercy Ships, Jennifer Ketchum, leyó el artículo que pedía donaciones para mandar a Fatu al Africa Mercy, e inmediatamente hizo los arreglos para acompañar en persona a Fatu al buque. Fatu estaba asustada por la perspectiva del largo viaje, pero ella fue consolada con Jennifer a su lado.
Después de llegar al Africa Mercy, Fatu se preparó para la cirugía que eliminaría el tumor y la carga que había soportado durante tantos años. A los pocos días del exitoso procedimiento, las enfermeras le quitaron los vendajes. Mientras Fatu seguía sanando físicamente, descubrió que también se estaba produciendo una sanidad emocional, que le reconfortaba el corazón y liberaba su personalidad vivaz.
“Dios bendiga a la gente de Mercy Ships”, dijo Fatu con una sonrisa. “Tengo una vida. Ya la gente no se ríe de mí. Me admirarán y yo estaré danzando”.
¡Pronto Fatu regresó a casa sin el tumor! Su tío se regocijó que su sobrina hubiera sanado y pudiera saludar cada día con la confianza de una sonrisa.